martes, 22 de abril de 2014

Entrevista para el trabajo más difícil del mundo

 ¿Estarías dispuesto/a a trabajar 24/7/365 y gratis?






 Dentro de poco es un día especial para todos, celebramos el día de la madre. Celebremos con ellas lo que somos, porque sin ellas seríamos algo muy diferente. Sin ellas no seríamos nada.

domingo, 30 de marzo de 2014

La chica misteriosa y el teatro.

Sentado en el Metro de Madrid. Con la mirada perdida en ningún sitio. Breves cruces de mirada con Silvia que está en la bancada de enfrente. 

El viaje es aburrido. Hasta llego a ensoñar que por la puerta entra El Rapero del Metro, y nos regala unos versos improvisados que harían el viaje más ameno. Pero nada. Ni Rapero, ni guitarrista, ni nadie que me haga despertar de esa sensación de tiempo vacío. 

En una de las estaciones, no recuerdo cual, pero debería ser cerca del centro porque baja y sube bastante gente atropellándose unos a otros. Imbuidos en ese espíritu solitario que a veces contagian las grandes ciudades, donde todos somos nadie, salvo para nosotros mismos.

Dos asientos a mi derecha se sienta una chica, en ese momento no me llamó la atención en absoluto. No tenía nada de especial, o al menos para mí. Pero llevaba en las manos algo que sí me llamó la atención, se me dilataron las pupilas, se me erizó el pelo de los brazos y las pulsaciones se aceleraron un poco. ¡Sorpresa! Es un libro, pero no uno cualquiera. Había más personas leyendo en el vagón y ninguna consiguió quitarme de encima el sopor y la indiferencia. 

-"Tiene que ser, tiene que ser"- me digo. Esa edición me recuerda mucho a los libros de teatro que con tanto gusto he leído tiempo atrás. Recuerdo las risas y los buenos ratos. Demasiado tiempo atrás. 

Con total descaro y sin importarme mucho lo que pueda pensar el resto del vagón (si es que alguien había reposado su atención en mí) giro mi cabeza hasta poder leer el autor: Lope de Vega. 

No lo sabe, pero por unos instantes fue especial para mí. Me curó de la indiferencia, esa detestable enfermedad de gran ciudad.

De repente el tiempo deja de estar vacío. El metro se detiene en otra estación. Me doy la vuelta para ver el cartel, la siguiente es la mía. Miro a Silvia. Ella me mira a mí. Nos hacemos un gesto en perfecta sintonía, la de dos personas que lo comparten todo. Nos levantamos y salimos del vagón cogidos de la mano. 

La sensación es rara.
Me quedo con ganas de más, de mucho más. Me quedo con ganas de tocar, de oler, de mirar y de admirar. 

Sin dar las gracias a quién me hizo despertar. Pero ¿cómo dar las gracias a un libro?

¡¡Gracias Teatro!!


Os dejo un regalito para los sentidos
Lope de Vega (pincha sobre el texto)