Evaluar para y no al alumnado.
Son muchas las preguntas que se me han planteado sobre la evaluación en mi experiencia como docente, la mayoría de ellas aún no tienen una respuesta clara. Pero como dice el título, que en este caso es una conclusión, la clave, para mí, es que ese proceso le sea útil a los alumnos y alumnas.
Para poder convertir, esta evaluación en algo útil para ellos es necesario tener en cuenta que cada es distinto y por ello especial y pretender una evaluación homogénea es fracasar en el intento. En muchísimas ocasiones he cometido ese error, que lleva a la frustración mutua, tratando que encajen a la perfección en lo que yo interpreto que debe saber o ser. A ese puzle se le llama normalidad y lejos de ayudarles a desarrollarse es forzar a que tiendan a la mediocridad.
Partiendo de la premisa anterior tenemos que huir a toda velocidad de las etiquetas (os dejo una viñeta muy elocuente)
Como ejercicio te planteo una reflexión: ¿Cómo crees que te hubiera descrito esta maestra?
Yo tengo claro que algunos de los adjetivos que me hubiese regalado hubiesen sido: despistado, nervioso y charlatán.
¿Te atreves a responder?
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